La mañana del primer día de mayo se llena de sensaciones en la Sierra de Carpurias. En el mítico macizo alumbran las primerizas flores blancas de los jarales llegando a rivalizar con el amarillento de las carqueisas o del rosa púrpura del brezo, incluso del tomillo. La falda rocosa se torna tapiz cromático enmarcando el fértil valle del Almucera.